STEVE JOBS

LUCES Y SOMBRAS DEL GENIO

steve

Miércoles, 22:35 de la noche. En una cadena televisiva emiten Jobs, el biopic del fundador de Apple dirigido dos años atrás, de forma un tanto premeditada, por un tal Joshua Michael Stern. Mientras trato de encontrar las palabras necesarias para definir la película de Danny Boyle, adelanto que espléndida, presto cierta atención al desastroso producto comandado por el inefable Aston Kutcher para desentrañar las diferencias abismales que separan a ambos largometrajes. ¿Qué hace posible que, a priori, la misma historia, sea contada en un caso con una alarmante mediocridad y en el otro con una lucidez asombrosa? La respuesta tiene un nombre claro: Aaron Sorkin.

steve 2De profesión productor, realizador y guionista, este neoyorkino ha firmado alguna de las líneas más sobresalientes del cine contemporáneo. Ahí están, como prueba, los magníficos escritos de La red social o Moneyball. Ahora, se centra en el multimillonario empresario narrando tres de sus presentaciones más mediáticas en respectivos actos, cual obra de teatro, y dividiéndolas en dos escenografías que bien podrían representar las luces y sombras del propio Jobs: el escenario como tal, en donde crecía a su propia imagen y semejanza, y el camerino de los diferentes recintos, muro de sus lamentaciones más íntimas y personales. Y para incentivar el carácter dramático, el público sentado en la platea espera, ansioso, que se abra el telón y empiece el espectáculo.

Sorkin huye del biopic al uso adaptando la biografía autorizada de Walter Isaacson con las cualidades que le preceden: brillantez, ingenio y un abrumador dominio narrativo. Boyle, leal a su estilo desbocado y frenético, a veces se mueve un paso por delante de las directrices marcadas por el guionista, desluciéndose en favor del brillante libreto, de un Fassbender que nos obsequia con una de sus grandes creaciones (en una metamorfosis que va más allá de la simple imitación gestual) y de una no menos excelente Winslet como fiel vasalla del genio informático. Y si, después del visionado, todavía hay alguien que no vislumbra la maestría de la película y, en consecuencia, el poder descriptivo de su guionista, le aconsejaría que la comparara con su horripilante  “hermana” mayor.

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