EL AÑO MÁS VIOLENTO

ÉRASE UNA VEZ EN NUEVA YORK

año violentoSuele ser frecuente que de entre las candidatas al Oscar a mejor película se escape, de manera incomprensible, un largometraje de altos vuelos, de esos que respiran toneladas de gran cine por los poros. Este año ha ocurrido por partida doble: a Foxcatcher, la magistral tragedia de Bennett Miller, se le une EL AÑO MÁS VIOLENTO; y si ya provocó irritación la ausencia de la primera al premio gordo (apaciguada, en buena parte, por sus nominaciones a los demás premios destacables) el ninguneo de la Academia a esta prodigiosa cinta del cada vez más interesante J. C. Chandor es de juzgado de guardia.

la_ca_1104_a_most_violent_yearÉrase una vez en Nueva York. La ciudad se derrumba ante los ojos de Abel Morales, un inmigrante dueño de una red transportes de gasóleo que ve con impotencia cómo la corrupción se adueña de todo cuanto le rodea. Cuando la delincuencia golpea salvajemente su negocio, sus principios familiares y éticos, hasta ahora comandados por la honradez, se verán puestos contra las cuerdas, viéndose tentado a adoptar otro tipo de medidas más severas. Es lo que tiene el miedo a despertar del sueño americano…

A pesar de desarrollarse en el año, según las estadísticas, más convulso de la historia de la urbe americana, Chandor opta por la sugestión antes que por la exhibición explícita de la ira latente en sus transitadas calles. Prefiere que los personajes, con sus diálogos y acciones, reflejen esa violencia dominante que acaba asfixiando a todos los habitantes, sin apenas crímenes ni brochazos macabros. Podríamos denominarlo un film de gangsters sin gangsters, deudor del mejor Lumet, del Friedkin más setentero, incómodo, envolvente, abrasivo en su furia contenida. Tampoco hay una femme fatale propiamente dicha. Ahora bien, Jessica Chastain, con abrigo de piel, gafas de sol y rubia melena, antítesis de los fundamentos regidos por su marido (un espléndido Oscar Isaac), provoca el mismo erizamiento de piel que Barbara Stanwyck en los años dorados de Hollywood (atención a la reveladora secuencia del ciervo); y eso sólo lo consiguen los grandes. Porque en esta película, además de por la flamante pelirroja natural, hay mucha, mucha grandeza cinematográfica.

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