MAD MAX: FURIA EN LA CARRETERA

APOCALIPSIS APOTEÓSICO

mad max

Salvaje, atronadora, el cine espectáculo llevado a su máxima expresión. Muchas horas después de su visionado, sus imágenes todavía “descarrilan” en mi recuerdo. La cuarta entrega de la contracultural Mad Max, salvajes de autopista, exponente fundamental del llamado cine de culto y cinta que encumbrara, con permiso de armas letales, a Mel Gibson como prototipo del héroe de acción, ha dado la campanada hasta extremos alucinógenos, ni siquiera soñados por los propios admiradores. Seguramente mucha parte de culpa la tenga su director George Miller, realizador de la saga original y fiel defensor, desde tiempos ya lejanos, de revitalizar la trilogía con una nueva entrega. Como padre creador, conoce perfectamente los mecanismos y engranajes de su criatura, potenciando sus cualidades artísticas más conseguidas y perdurables e ignorando aquéllas más desafinadas, tan abundantes en su rimbombante tercera parte. Sobre el papel, la apuesta no puede ser más jugosa; en pantalla, Miller consigue lo impensable: reconciliarnos con las secuelas tardías, gracias a su hábil conjunción de nueva entrega y reboot “todo en uno”.

mad max 2¿El mejor blockbuster del año? Atendiendo a la fórmula calidad – exhibición, probablemente no encontremos nada igual. Brillante, adictiva, agotadora, una burrada milimétricamente calculada, visualmente apoteósica. ¿Su secreto? No sólo recupera el espíritu ochentero y de serie B tan característico de la saga sino que lo actualiza con gran inteligencia, adaptándolo a las demandas de las nuevas generaciones. Una película que huele al mejor y más polvoriento western, a las grandes aventuras circenses, a clásico instantáneo, de la que uno sale exhausto, con la adrenalina disparada. Los fans, seguramente, ya se estarán frotando las manos; los nuevos, seguro, no se harán esperar.

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