Archivo de Alejandro González Iñárritu

EL RENACIDO (The revenant)

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , , , , , , , , on enero 25, 2016 by Gonzalo Contreras

DEVORADO POR LA NATURALEZA

el renacido

El exceso de pretensiones, ya lo hemos comentado muchas veces, puede jugar en contra de un largometraje con todos los ingredientes, a priori, para triunfar en cada campo cinematográfico. La brillantez formal, característica básica de este tipo de casos, normalmente palpable en el terreno visual e interpretativo, tropieza con unos intereses no siempre calculados por parte del director en cuestión. Se busca de una forma tan indómita la perfección que, lo que tendría que resultar glorioso y fascinante, se torna brusco y reiterativo. Algo así ocurre con la última película de Alejandro González Iñárritu. Visualmente bellísima, EL RENACIDO no es, empero, la gran película que esperábamos. Tampoco es mala, ni mucho menos (decir esto sería una falacia). Es, simplemente, un buen producto, en el sentido menos halagador y más justo del término, eso sí.

Elel renacido 2 realizador de la excepcional Birdman acierta en convertir a la naturaleza (animal, paisajística y sensorial) en un personaje más. La grandeza y esplendor de los parajes, la desolación que transmiten en su amplitud y el salvajismo siempre latente acentúan este amargo relato de venganza y justicia, esqueléticamente muy parecida a la poco recordada El hombre de tierra salvaje. Los planos secuencia, marca de la casa, se muestran coherentes con la trama, subrayando el ambiente hostil y claustrofóbico que rodea a sus personajes y ofreciéndonos magnífico material como la ya famosa secuencia del ataque del oso. Y cuando surge el western sucio y crepuscular que debía haber sido desde el comienzo hasta el desenlace, la película adquiere cotas de auténtico cine (véase la escena de apertura).

Paradójicamente, y aquí empezamos con los peros, su mayor virtud (el protagonismo del entorno natural como parte existencial del propio ser humano) se transforma en un defecto importante por culpa de las ambiciones desmesuradas de Iñárritu. El cineasta adopta un tono lírico próximo al Malick más trascendental y creacionista que choca con el argumento base, de estructura mucho simple y arquetípica. El misticismo, la evocación continua del paisaje y su, en ocasiones, desesperante actitud contemplativa, merman un ritmo narrativo ya de por sí lastrado por una duración totalmente desproporcionada. Hay momentos de épica, sí, pero también de tedio y aburrimiento. Y al final, a uno le queda la sensación de que la naturaleza misma devora a la historia, las interpretaciones, comandadas por unos entregados Di Caprio (con un nivel de supervivencia que cruza la inverosimilitud) y Hardy, y la majestuosidad que encerraba el proyecto. Porque si Iñárritu hubiera controlado sus ansias perfeccionistas más kubrickianas en favor de la emoción más fordiana, El renacido podría haber sido grande. Muy grande.

BIRDMAN o (la inesperada virtud de la ignorancia)

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , , , , on enero 11, 2015 by Gonzalo Contreras

EL ALMA DE LA PERFECCIÓN

birdman

“Teatro, la vida es puro teatro”. Así lo muestra Alejandro González Iñárritu en su última película, la mejor de todas cuantas ha filmado y, desde ya, clásico instantáneo y pieza cinematográfica fundamental del nuevo milenio. En un sorprendente cambio de registro, necesario ante una filmografía cargada de un tremendismo en ocasiones sobrevalorado y casi siempre insoportable, el director mexicano firma en letras mayúsculas una especie de oda a la interpretación escénica, catártica en el sentido más amplio del término y, a su vez, una de las estampas más diabólicamente afiladas (y divertidas) de los entresijos que se esconden detrás del telón.

birdman 2Para que nos entendamos: BIRDMAN podría definirse como la versión dramática de ¡Qué ruina de función! del genial Bogdanovich sin por ello dejar de ser, agárrense, la variante cómica del Cisne Negro de Aronofsky. Pura contradicción, puro (recordemos) teatro. Y al igual que en esta última, dentro de la enorme amalgama de subtramas que se esconden en ella una parece brillar con más intensidad que el resto: la búsqueda de la perfección interpretativa, con las secuelas que supone alcanzar dicho anhelo. Lo vemos reflejado en cada uno de sus personajes: en Edward Norton, un hombre que ha convertido su propia existencia en un monólogo continuo y que se siente indefenso lejos del ruido del palco; en Naomi Watts, actriz venida a menos, con mucho físico y poco talento, dispuesta a triunfar a toda costa en el Circuito de Broadway; y, sobre todo, en el incomensurable Michael Keaton (en una de las mejores interpretaciones masculinas vistas en los últimos años), actor de serie B anclado en un superhéroe de antaño, admirado por el público pero vapuleado por la crítica y deseoso de conseguir un prestigio que tarda demasiado en llegar. Y no, no estamos hablando del propio Keaton. ¿O tal vez sí?

Más allá de su virtuosismo técnico, de la experiencia que supone su amañado (y fascinante) plano secuencia, de su comentada e inabarcable temática y, por ende, sus desmesuradas intenciones, el film de Iñárritu vuela hasta cimas pocas veces exploradas, una obra maestra alucinógena dispuesta a romper con las reglas narrativas estipuladas y de llevar hasta consecuencias casi oníricas el esplendor que impregna toda la función. Lo dicho, puro teatro.