Archivo de Martin Henderson

LOS EXTRAÑOS: CACERÍA NOCTURNA

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , , , on May 28, 2018 by Gonzalo Contreras

ADIVINA QUIÉN VIENE ESTA NOCHE

Adherida a la corriente de cine con intruso, Los extraños, ópera prima del hoy desconocido Bryan Bertino, dividió en su estreno a los espectadores afines al terror fílmico de forma radical: algunos vieron en ella el soplo de aire fresco que demandaba el género desde los tiempos de Scream. Vigila quien llama; otros, una tomadura de pelo a mayor gloria de los encantos de la actriz Liv Tyler; y entremedias, y sin hacer mucho ruido, estábamos los que la consideramos un fast-food tan olvidable como estimable, de estupendo acabado técnico (y más para una propuesta de limitado presupuesto como era el caso), no especialmente aterrador pero sí eficaz en sus propósitos, cuyo mayor problema residía en que, en realidad, no era más que la respuesta comercial y hollywoodiense a la estimulante Funny games de Michael Haneke. Una película que, por cierto, sí que daba verdadero miedo.

Diez años después de aquel intento de resucitar el slasher, el realizador Johannes Roberts, famoso en el gremio por sus inenarrables incursiones en el universo de los escalofríos (suyas son las espeluznantes, en el mal sentido, El otro lado de la puerta o 47 metros), presenta una secuela tardía de la producción interpretada por la mencionada Liv Tyler y Scott Speedman. Basada, supuestamente, en un caso real (los archiconocidos asesinatos de Sharon Tate y sus comensales sirven de plantilla oficial para este tipo de seriales), la fórmula que presenta, copia y pega de la original, la hemos visto tantas veces como alcanza a recordar nuestra memoria: una familia descansa plácidamente en un camping aislado de todo ser viviente. La oscuridad de la noche solo se rompe por la luz que proyectan las farolas y la propia roulotte. Al poco tiempo, aparecen tres siniestros personajes encapuchados de las sombras. Y con intenciones poco halagüeñas.

La cinta, como era de esperar, no escapa ni de los convencionalismos ni de las arbitrariedades propias de este campo cinematográfico: golpes de efectos gratuitos, nula expansión de su argumento más allá del juego del gato y el ratón y repetición hasta la extenuación de los esquemas tácticos de la primera entrega (incluyendo la insidiosa torpeza de sus personajes principales). Eso sí, detrás de sus manidos y agotadísimos clichés, y unido al placer culpable que proporciona casi siempre la ejecución de estas, progresivamente, delirantes propuestas (los devotos del horror no tenemos remedio), su agradecido aroma a serie B y los desvergonzados y explícitos homenajes que proyecta sobre algunas cintas icónicas (Scream y La matanza de Texas, esta última en un instante final casi calcado), habita el embrujo de algunas escenas brillantemente rematadas. Y entre ellas, por su nostalgia, la osadía de su planificación escénica y el contraste de su sinfonía declaradamente romántica con algunas dosis de violencia gráfica, destaca la excepcional secuencia protagonizada, a escala vocal, por la incombustible Bonnie Tyler.

El director, conocedor de los encantos vigentes en estos minutos, vuelve a reincidir fotocopiando su propia receta en un descontroladísimo final que evoca, agárrense, a un momento concreto de la infravalorada Christine de John Carpenter. No obstante, la eficacia del invento, divertidamente, permanece impoluta. Y es que, ¿quién puede resistirse a los encantos de una buena carnicería humana al son, en esta ocasión, de la maravillosa y ochentera Making love out of nothing at all?

LOS MILAGROS DEL CIELO

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , , , , , , , on abril 20, 2016 by Gonzalo Contreras

LÁGRIMAS SIN COMPASIÓN

los milagros del cielo

Qué difícil resulta realizar una película que recoja los valores cristianos sin caer en el almíbar más indigesto. Qué lejos quedan los años en los que Capra, con mucha imaginación y no menos talento, convertía productos bienintencionados (y de premisa dudosa) en bellísimos relatos sobre el amor y la familia. Incluso Spielberg, acercándonos un poco más en el tiempo, nos brindó, tanto en calidad de productor como realizador, algunas maravillas con trasfondo místico rebosantes de querubines y fenómenos inexplicables. Pero esto eran otros tiempos. Ahora, por lo visto, lo importante es arañar de forma incisiva el corazón del espectador y convencerle, a base de sangre, sudor y lágrimas, de la veracidad del testimonio presentado sin la posibilidad de que saque unas conclusiones más amplias y enriquecedoras.

Los milagros del cieloSe nota que los creadores de LOS MILAGROS DEL CIELO son los mismos que ejecutaron la hiperglucémica El cielo es real. Como en aquélla, la descripción del entorno que rodea a sus protagonistas, una familia de fuertes creencias religiosas cuyo miembro más joven se verá afectado por una enfermedad incurable, está dibujada con una idealización tan blanda y moralista que el sonrojo y la artificialidad no tardan en aparecer. Las campanas resuenan vivamente en domingo. El párroco deleita a sus seguidores con un monólogo propio de El club de la comedia evangelizadora, mientras un grupo de rock pone color musical a la velada. Tras el show, los fieles, pulcros y serviciales, degustan una rica parrillada tejana procesando un constante amor hacia el prójimo. Así son los primeros minutos, toda una declaración de intenciones del recital kitsch que está por venir.

El problema del film no es, ni mucho menos, el halo religioso de su propuesta, a todas luces respetable, sino su machacón y reiterativo mensaje de fe próximo al panfleto propagandístico. La música nos marca en qué momentos el espectador debe hacer uso del pañuelo; Eugenio Derbez, autor de la espeluznante No se aceptan devoluciones, vuelve a ofrecer una actuación histriónica y melosa al más puro estilo Robin Williams en Patch Adams; y cuando crees que has presenciado las artimañas sensibleras más escandalosas, la película se reserva una escena (aquella en la que la pequeña debate la existencia de Dios con otra enferma terminal) tan maniquea, burda y tramposa que el sentimiento de indignación alcanza cotas verdaderamente execrables. Incluso del feligrés más devoto.

EVEREST

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , , , , , , on septiembre 18, 2015 by Gonzalo Contreras

FRÍA COMO EL HIELO

everest

A raíz del desproporcionado éxito de Aeropuerto de George Seaton (llegó a estar nominada al Óscar a la mejor película en 1970), Hollywood asentó sobre sus cimientos un género que, si bien no era nuevo en el panorama cinematográfico, no había tenido hasta entonces una repercusión tan clara entre el gran público: el cine de catástrofes. Aunque algunas de estas propuestas ofrecieron calidad en el sentido más amplio de la palabra (El coloso en llamas, sin ir más lejos), lo cierto es que la mayoría, posiblemente las más representativas (véanse Terremoto o los aeropuertos posteriores), se convirtieron en productos mediocres de escasa creatividad, adornados por un desfile imposible de grandes estrellas, muchas de ellas viejas glorias desterradas al olvido, y sin más afán que el de inflar las cuentas de las productoras implicadas.

everest 2Pese a contar con mejores intenciones y apostar por un relato consistente, en EVEREST habitan algunos de los defectos más notorios del inefable revival setentero. Sorprende, y mucho, que en una crónica épica como la que se nos cuenta falte, paradójicamente, toneladas de épica y tensión, prefiriendo apostar por la comentada sucesión de cameos, a cada cual más innecesario (lo de Robin Wright y Keira Knigthley es desconcertante), y por una presentación excesiva y enredada de los personajes que componen la expedición. Durante más de tres cuartos de hora esperas impaciente que la acción aparezca, que la montaña se convierta en la verdadera protagonista y descargue toda su furia prometida. Cuando esto acontece sólo se cumple un deseo: los efectos visuales, auténticos anfitriones, resultan apabullantes. Eso sí, por desgracia la película comete un último error más sangrante si cabe que los anteriores: la emoción, tan demandada desde el comienzo, se confunde con el dramatismo más lacrimógeno. E indigesto.