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ICE AGE: EL GRAN CATACLISMO

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , , , , , , , , on julio 12, 2016 by Gonzalo Contreras

EL FIN DE UNA ERA

Ice age

A diferencia de la saga Shrek, su más digna competidora y de mayor ambición argumental, al menos en sus inicios, las secuelas de La edad de hielo han sabido mantener la complicidad con un público que siempre ha recibido con júbilo cada uno de sus estrenos. Consciente de que todo lo que tenía que decirse se planteó en el excelente modelo original, la franquicia optó por infantilizar al máximo el humor de sus hazañas (¿para qué centrarnos en los adultos, si al fin y al cabo acudirán a los cines con sus vástagos?) y reciclar la idea original en una continua sucesión de gags episódicos, asumiendo una estructura calcada entrega tras entrega cambiando, tan solo, el detonante del conflicto e incorporando nuevos y cómicos acompañantes de viaje como genuina cortina de humo. Algunas veces, el invento daba buenos resultados (la segunda parte); otras, se situaba al borde del desastre (la difícilmente soportable La formación de los continentes).

Edad hieloMejor que la anterior, y centrándose, pues, únicamente en el sector infantil, algo que seguro disgustará a los seguidores más entrados en años, ICE AGE: EL GRAN CATACLISMO funcionará entre los más pequeños de la casa gracias a dos factores fundamentales: el carisma del grupo protagonista, iconos ya de la nueva generación animada, y, cómo no, la presencia de la simpática ardilla Scrat, alma incuestionable de la pentalogía y estrella de los momentos más graciosos de la película. Para sus acompañantes adultos, quedarán las siempre agradecidas referencias cinematográficas, algunas (pocas) sorprendentemente reservadas al cinéfilo más experimentado, y una continua sensación de que la fórmula, aun honesta en sus propósitos, se extinguió en épocas ya prehistóricas.

LOS MILAGROS DEL CIELO

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , , , , , , , on abril 20, 2016 by Gonzalo Contreras

LÁGRIMAS SIN COMPASIÓN

los milagros del cielo

Qué difícil resulta realizar una película que recoja los valores cristianos sin caer en el almíbar más indigesto. Qué lejos quedan los años en los que Capra, con mucha imaginación y no menos talento, convertía productos bienintencionados (y de premisa dudosa) en bellísimos relatos sobre el amor y la familia. Incluso Spielberg, acercándonos un poco más en el tiempo, nos brindó, tanto en calidad de productor como realizador, algunas maravillas con trasfondo místico rebosantes de querubines y fenómenos inexplicables. Pero esto eran otros tiempos. Ahora, por lo visto, lo importante es arañar de forma incisiva el corazón del espectador y convencerle, a base de sangre, sudor y lágrimas, de la veracidad del testimonio presentado sin la posibilidad de que saque unas conclusiones más amplias y enriquecedoras.

Los milagros del cieloSe nota que los creadores de LOS MILAGROS DEL CIELO son los mismos que ejecutaron la hiperglucémica El cielo es real. Como en aquélla, la descripción del entorno que rodea a sus protagonistas, una familia de fuertes creencias religiosas cuyo miembro más joven se verá afectado por una enfermedad incurable, está dibujada con una idealización tan blanda y moralista que el sonrojo y la artificialidad no tardan en aparecer. Las campanas resuenan vivamente en domingo. El párroco deleita a sus seguidores con un monólogo propio de El club de la comedia evangelizadora, mientras un grupo de rock pone color musical a la velada. Tras el show, los fieles, pulcros y serviciales, degustan una rica parrillada tejana procesando un constante amor hacia el prójimo. Así son los primeros minutos, toda una declaración de intenciones del recital kitsch que está por venir.

El problema del film no es, ni mucho menos, el halo religioso de su propuesta, a todas luces respetable, sino su machacón y reiterativo mensaje de fe próximo al panfleto propagandístico. La música nos marca en qué momentos el espectador debe hacer uso del pañuelo; Eugenio Derbez, autor de la espeluznante No se aceptan devoluciones, vuelve a ofrecer una actuación histriónica y melosa al más puro estilo Robin Williams en Patch Adams; y cuando crees que has presenciado las artimañas sensibleras más escandalosas, la película se reserva una escena (aquella en la que la pequeña debate la existencia de Dios con otra enferma terminal) tan maniquea, burda y tramposa que el sentimiento de indignación alcanza cotas verdaderamente execrables. Incluso del feligrés más devoto.