EL CIELO ES REAL

EL CIELO PUEDE ESPERAR

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Dejando a un lado la creencia o no de la historia contada y, por supuesto, las críticas fáciles que posiblemente recogerán no pocos medios, hay que reconocer que la nueva cinta del guionista de la maravillosa Braveheart, EL CIELO ES REAL, parte de una idea tremendamente atractiva.

Tras un sufrir un cuadro de peritonitis aguda, el hijo menor de un pastor norteamericano afirma haber estado en el mismísimo cielo durante el transcurso de la operación. Detalla fielmente situaciones y familiares a los que jamás conoció en vida. Incluso, asegura haberse sentado en el regazo de Cristo en persona.

el cielo es realCon tan arriesgado argumento, sólo había dos formas de ejecutar el film, inspirado supuestamente en las vivencias experimentadas por el pequeño Colton Burpo (y relatadas en el libro homónimo escrito por su propio padre); desde la fidelidad al relato de origen o abriendo nuevos horizontes desde una vertiente más escéptica, o al menos más sugerente.
Wallace elige la primera opción. Decisión digna, qué duda cabe, pero muy arriesgada. Un arma de doble filo principalmente visible en los flashbacks. Porque si bien es cierto que logra un tono estable (aunque algo almibarado) en la parte más emocional, las visiones celestiales chirrían por ser demasiado gráficas y explícitas.

el cielo es realNo sólo apuesta por la credibilidad del relato, sino que impone un halo fantástico (al estilo Campo de sueños, con la que se ha comparado oportunamente) de desvergonzada sensiblería. Sigue al pie de la letra el limitado libro de Burpo en vez de profundizar ideas más estimulantes visibles desde la lejanía, como el papel de los padres, fervientes religiosos, en el universo contado por su vástago (de impresionante parecido físico con el verdadero Colton) o las secuelas directas en la iglesia, contrarias al idealismo de ángeles y diversión descrito.

Greg Kinnear vuelve a mostrar su valía interpretativa llevando el peso de la película, de bellísima y panorámica fotografía, bien narrada y cargada de buenas intenciones. Quizá, demasiadas.

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