IRRATIONAL MAN

EL VÉRTIGO DE LA LIBERTAD

irrational man

A diferencia de Hitchcock, Woody Allen cree ciegamente en el crimen perfecto. Y también en los falsos culpables sin posible escapatoria, apostando por una sociedad en la que el triunfo de los impuros frente a los débiles es, más que una probabilidad, una demoledora realidad. Lejos de ser un impedimento, lo cierto es que sus convicciones, presentes en la excepcional IRRATIONAL MAN, abren un sinfín de posibilidades cinematográficas, llevando el suspense a terrenos nunca antes explorados por el maestro inglés: sus protagonistas, “los buenos”, los racionales, lejos de tener su alma a buen recaudo, están sujetos a un destino incierto confeccionado por el señor Allen, siendo la suerte, la libertad o el azar quienes tengan la última palabra.

¿Dónde se halla la chispa de la vida? Abe Lucas, profesor de filosofía en plena crisis existencial, está a punto de descubrirlo. De forma un tanto atípica, eso sí. Su existencia, ahogada en vasos de whisky de Malta y marcada por el aburrimiento, la impotencia sexual y por teorías metafísicas imposibles de llevar a la práctica, encontrará su razón de ser un día cualquiera en un restaurante cualquiera. Así, a modo de revelación, entenderá que la única forma de arreglar el mundo que tanto le repugna pasa por eliminar la carroña que habita en él. Y eso, más que un problema, constituirá un reto excitante, su particular elixir de juventud.

Como en las grandes obras del Mago del suspense, el crimen, o mejor dicho, su complot, se presenta de forma abrupta, casi sin hacer ruido, acorde con el matiz tenue y costumbrista que respira la película. Pero no se dejen confundir, porque detrás de los encantadores parajes estudiantiles, del estilo trasnochado y cool de Phoenix y del juego de faldas practicado por algún que otro docente se ocultan muchas de las perversas y geniales inquietudes del cineasta neoyorquino: el sentimiento de culpa, los límites morales y la libertad entendida en el sentido más vertiginoso. Todo bien mezclado y agitado con pequeñas gotas de su reconocible comicidad, como no podía ser de otra manera. Así, la cuarta parte de su antología dedicada a Crimen y castigo de Dostoyevski (tras las soberbias Delitos y faltas, Match point y la infravalorada Cassandra´s dream) es, quizá, su película más juvenil, cínica y gamberra, y una de sus obras más lúcidas e inteligentes desde los tiempos de Match point.

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