EL RECUERDO DE MARNIE

EL RETRATO DE MARNIE

Marnie

No tan recordada como debería, El retrato de Jennie, o Jennie a secas (como actualmente se conoce), proponía un fascinante juego de espejos: el espíritu de una joven, de bellísima apariencia, se presentaba en diferentes periodos de su vida ante la atónita mirada de un pintor falto de inspiración, quien caía perdidamente enamorado de su hechizo y misterio. La protagonizaban Jennifer Jones y el gran Joseph Cotten. Con un clímax onírico próximo al posterior Vértigo de Hitchcock, y cargada de un hipnotizador halo espectral, pasado y presente se daban la mano en una de las historias románticas más hermosas e insólitas que nos ha regalado la gran pantalla.

marnieEL RECUERDO DE MARNIE, última producción, si no cambian las cosas, del Studio Ghibli, adopta la gran revelación final de la obra maestra de William Dieterle: el amor y los recuerdos nunca mueren, siendo capaces de rasgar hasta los límites del propio tiempo. Sobre el papel, la idea es de lo más jugosa; en su traslación cinematográfica, no se le puede sacar mayor partido al asunto. De hecho, este sincero relato sobre la fortaleza que subyace en los lazos de sangre no podría entenderse en versión real o, al menos, gran parte de su encanto se habría perdido. La animación, marca de la casa, detallista y de un realismo sobrecogedor, rebosa una imaginación desbordante, componiendo pequeños lienzos dominados por noches estrelladas y radiantes paisajes potenciadores de la atmósfera melancólica requerida por la cinta. Como en Jennie, hay magia, verdadera poesía sobrenatural. Y cuanto más juega a la evocación fantasmagórica (la tormenta en el granero del desfiladero; la mansión a la que sólo se puede acceder cuando baja la marea, como ocurría en La dama de negro), mayores cotas de belleza alcanza esta maravillosa película, reluciente broche de oro de un estudio con un interminable legado de joyas cinematográficas en su haber.

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