Archivo de Denis Villeneuve

BLADE RUNNER 2049

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , , , , , , , , on octubre 3, 2017 by Gonzalo Contreras

LA BELLEZA DE LO SUPERFICIAL

Resulta difícil de creer, pero hay que recordar que Blade Runner, la magistral cinta que dirigiera Ridley Scott en 1982, su tercera joya consecutiva tras su ópera prima Los duelistas y una tal Alien, el octavo pasajero, tuvo una acogida atroz en el momento de su estreno. Impropia, tal vez, de los festivos y comerciales años ochenta, el público mayoritario y los críticos en general de la época (muchos de los cuales, tiempo después, acabaron por admitir el error de sus palabras) despedazaron una película adelantada a su tiempo, visionaria a la par que innovadora, que unía de forma arrebatadora la fantasía estéticamente desoladora, distópica, poética y futurista con brillantísimos destellos del mejor cine negro (una trama cocinada a fuego lento, detectives construidos a la imagen de Phillip Marlowe, femmes fatales tan misteriosas como atrayentes). El paso de los años, y sobre todo la nueva hornada de cinéfilos, incapaces de entender las razones de su estrepitoso fracaso, rescataron las innegables virtudes de un largometraje, todavía hoy, objeto de estudio en numerosos círculos cinematográficos (y de otras especialidades ajenas al celuloide) por la infinidad de lecturas morales, filosóficas y místicas que mostraba, alzándolo como una obra mayor a la altura de hitos como Metrópolis, 2001: Una odisea del espacio o la mencionada Alien. O lo que es lo mismo, en el selecto Olimpo de las obras maestras atemporales.

Desde el momento de su concepción, y esto es un hecho incuestionable, BLADE RUNNER 2049 transmitió buenas vibraciones. Se podía palpar en el ambiente que no era una secuela al uso, ni tampoco uno de esos proyectos hollywoodienses cuyas únicas intenciones radican en rescatar los buenos resultados económicos de antiguos y celebrados éxitos de taquilla. Había ambición, verdaderos propósitos por hacer las cosas bien, intenciones que acabaron confirmándose con la elección del ya consolidadísimo Denis Villeneuve como sabio ejecutor del film. Desde su primer reconocimiento crítico, la asfixiante y estremecedora Incendies, pasando por sus desvaríos mentales y kafkianos (Enemy, quizá su obra maestra) hasta sus coqueteos con el thriller comercial heredero de David Fincher (la adictiva Prisioneros), todos sus trabajos brillaban por su innovadora puesta en escena, por su capacidad de construir ambientes sórdidos irremediablemente fascinantes a ojos del espectador, por su dominio del mejor suspense, ya sea en espacios realistas o puramente oníricos. Y no sólo eso. Gracias a la excelsa La Llegada, también ha demostrado que entiende, como ningún otro cineasta contemporáneo, los siempre intrincados engranajes que encierra la Ciencia-Ficción. Su esencia indómita, el poder transgresor y lírico que hierve en sus venas. Con semejante curriculum cinematográfico, unido a la magnificencia del proyecto, nada podía salir mal en una película bendecida, incluso antes de las primeras proyecciones, como la última pieza clave del cine estadounidense. Quizá, de forma precipitada.

Villeneuve aprueba el examen, pero se queda a varios puntos de obtener el sobresaliente. Como ya hiciera Scott, ha vuelto engendrar un mundo de ensueño, casi apocalíptico, más allá del tiempo y el espacio, dominado por unas tecnologías que engullen cualquier atisbo de humanidad y plagado de luces de neón, oscuridad y ciudades salpicadas por la caída incesante de nieve. Una paisaje muerto, sin alma, pero lleno de posibilidades en términos cinematográficos. Sobre el papel la idea no puede ser más evocadora; en pantalla grande, si bien se transforma en un espectáculo de una potencia visual imponente, también adolece de una frialdad que impide a la cinta aprovechar el excelente material de partida. El virtuosismo técnico del director se hace patente en cada instantánea, en cada secuencia bellamente rodada, en la carga onírica ingeniosamente introducida a lo largo del metraje. Pero dentro de esas capas de envoltorio, de esa pureza estética, a la película le falta pasión, aliento lírico, la innovación que sí proporcionaba el reverenciado clásico original. La imagen, una vez más, acaba por devorarlo todo.

Pero si en algo falla Villeneuve es en traicionar el espíritu y algunos de los conceptos expositivos fundamentales de la primera parte: la melancolía y los apuntes evocadores son confundidos con decadencia y patetismo (en ocasiones, hasta limites indigeribles); la unión de los personajes, encabezados por el inexpresivo (y aquí, sobrevaloradísimo) Ryan Gosling e interesantísimos individualmente, resulta aséptica, carente de magnetismo y emoción; y, como apunte más doloroso, el cine negro que impregnaba espléndidamente cada fotograma de aquella, con esas avenidas invadidas por la lluvia ácida y el barroquismo que asolaba las calles de la metrópoli, queda reducido a cenizas. Al final, todo resulta demasiado impostado, tanto a niveles audiovisuales (la búsqueda del encuadre perfecto) como en aspectos específicamente argumentativos (optando por esa manía insoportable de dejar frentes abiertos para nuevas franquicias cinematográficas). Pero no me hagan mucho caso, habla un entusiasta empedernido del film de Ridley Scott. Puede que, como ya ocurriera con esta, los planteamientos expuestos en Blade Runner 2049 necesiten una amplificación mayor que la que proporciona un único visionado. El tiempo pondrá las cartas sobre la mesa.

LA LLEGADA (ARRIVAL)

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , , , , , , , , on noviembre 17, 2016 by Gonzalo Contreras

EL PODER DEL LENGUAJE

Arrival

A pesar de su prestigio en círculos cinematográficos y de haber rodado algunas de las películas que mayor entusiasmo han despertado en la última década (Prisioneros y Sicario, sus dos obras más recientes, valdrían como excelentes ejemplos), el nombre del director Denis Villeneuve todavía no goza de un reconocimiento palpable entre los espectadores que se acercan con asiduidad a las salas de cine. Auténtico soplo de aire fresco en una industria casi siempre decadente, creador de atmósferas y firme defensor del poder de la imagen frente a la palabra, su probado conocimiento de los engranajes audiovisuales y la artesanía que infunde en cada nuevo proyecto que afronta, diferente al anterior y libre de las intransigencias de los grandes estudios, le han permitido aunar, en un mismo largometraje, conceptos tan equidistantes como comercialidad e inventiva, riesgo y clasicismo, tradición e innovación.

arrivalInteresantes todas sus propuestas, poseedoras al menos de una secuencia lo suficientemente poderosa como para instalarse de por vida en nuestra retina, el realizador culmina su envidiable trayectoria con LA LLEGADA, primera toma de contacto con el universo fantástico antes de enfrentarse a la secuela de la reverenciada Blade Runner. Desvelar siquiera el punto de partida de la cinta sería un flaco favor para todos aquellos que quieran disfrutar en pantalla grande de esta nueva muestra del talento del canadiense. Lo que en otras manos hubiera caído, con toda probabilidad, en el mayor de los ridículos, Villeneuve lo convierte en una experiencia tan abrumadora (visual y narrativamente) que traspasa los límites de la propia temática gracias a la óptima combinación de sus dos teorías paralelas, influenciadas por sendas obras maestras de la cinematografía americana: por un lado, el poder de la comunicación y el lenguaje como pegamento que une a todas las civilizaciones, actualizando brillantemente el mensaje paficista (y algo anacrónico) de Ultimátum a la tierra (1951); por otro, como en la multipremiada Gravity (hermanadas en calidad y contenido), la utilización de la ciencia-ficción como excusa para narrar una historia profundamente humana, en donde el dolor ante la pérdida se convierte en la expresión irrefutable del amor más puro y terrenal.

Bellísima y plácida en su exposición, inmensa y vitalista en las conclusiones finales, esta impresionante película, base fundacional (junto al film de Cuarón) de la nueva edad de oro del género, consolida a Villeneuve como el cineasta más prometedor, versátil y revolucionario del cine contemporáneo.

SICARIO

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , , , , on noviembre 13, 2015 by Gonzalo Contreras

EN TIERRA DE LOBOS

SICARIO 2

Bienvenidos al Olimpo del narcotráfico, también conocido con el nombre de Ciudad Juárez. Una ciudad que te recibe con cuerpos mutilados colgados en plena vía y con carteles superpuestos de jóvenes desaparecidas decorando cada una de sus manzanas. Las armas, la corrupción y los asesinatos indiscriminados forman parte del día a día de los habitantes. De hecho, están tan acostumbrados al olor de la metralla que parecen no amedrentarse. Sólo los enormes letreros situados en las colinas limítrofes, con mensajes en los que se exalta la Verdad que reside en el libro sagrado, parecen advertir al mundo del infierno que domina estos poblados. Un grito de auxilio en tierra de nadie.

DSicario 3enis Villeneuve se adentra en el corazón de las tinieblas haciendo gala del inmenso talento que le precede. SICARIO trasmite credibilidad, miedo, escalofrío. Percibes que todo lo que narra es una realidad latente, a la orden del día, y que esa complicidad entre los capos de la droga y los protectores de la Ley no es una licencia imaginada por el director. Y cuanto más sugiere, mayor es el nivel de desasosiego. Y de fascinación.

Los que seguimos su trayectoria de cerca conocemos de sobra sus armas cinematográficas: una atmósfera inquietante, unos actores en estado de gracia (Blunt, Del Toro y Brolin con sus chanclas desgastadas están sensacionales), unas imágenes que formulan más preguntas que respuestas y un clímax final que va in crescendo hasta el aplauso más sonoro. Aquí, el director lo ha vuelto a conseguir. Como en Incendies, como en Enemy, como en Prisioneros. Su fama de reluciente promesa pertenece ya al pasado.

ENEMY

Posted in Críticas (Estrenos) with tags , , , , , , on marzo 24, 2014 by Gonzalo Contreras

TARÁNTULA

enemy

Si tuviéramos que citar, dentro del marco del suspense, la gran sorpresa cinematográfica del pasado año, sin duda muchos estaríamos pensando en Prisioneros. La dirigía un director algo desconocido y de apellido complicado, Denis Villeneuve, quien ya había dado muestras de su talento en la loable Incendies.
Protagonizada también por Jake Gyllenhaal se trataba de un potente y angustioso thriller psicológico, a veces elegante, otras sucio y directo, cuya mayor virtud recaía en su extraordinaria atmósfera, en donde el frío de la América Profunda se fundía con la propia trama, incentivando un clímax, en ocasiones, irrespirable.

enemy 2Con pocos meses de diferencia nos llega la nueva propuesta del cineasta, basada libremente en una afamada novela del desaparecido José Saramago. Un film imperfecto, de final tal vez demasiado abrupto e inesperado, pero que concentra muchas de las virtudes presentes en el director. Sin ir más lejos, aquélla que hacía grande a Prisioneros: un clima asfixiante, tenso, invisible pero latente en un espectador en permanente estado de alerta ante lo que ve, escucha y (pre)siente.

Aires kafkianos e incluso ecos de Cronenberg se aprecian en la historia de Adam, un profesor de Universidad de vida vacía y monótona. Una noche, descubre en una cinta de vídeo un sorprendente misterio, tan chocante como turbador.
A partir de aquí, verdad y distorsión se entremezclan. El mundo onírico entra en juego; Villeneuve convierte la realidad en pesadilla, arrastrándonos hacia lo inexplicable, la confusión y el sinsentido. Y ahí nos atrapa, como la telaraña que poco a poco se va tejiendo en la mente de Gyllenhaal, portentoso, brillante a la par que inquietante.

Algunos pensarán que se trata de una tomadura de pelo. Otros, sacarán conclusiones mayores de las que la propia película plantea. Y unos pocos, simplemente, nos dejaremos llevar por la fuerza visual y ambiental de la cinta, aceptando sus virtudes y enigmas indescifrables por igual. Porque muchas obras no tienen que ser comprensibles para poder ser disfrutarlas. Enemy es un buen ejemplo.